País

Brasil

Sinopse

A través de un buceo sobre la vida y obra del escritor ruso Anton Tchekhov, La Ave Lola Espacio de Creación parte de las especificidades políticas y artísticas de la década de 1880, cuando se ve una Moscú única en la escena cultural mundial. Construida en dos actos, los universos y los personajes del cuento Aniuta y de la obra La Gaviota, ofrecen una fábula sobre el propio escritor y sus relaciones con importantes nombres del teatro ruso, como Constantin Stanislavski y Nemirovitch-Dântchenko, mientras que el Teatro de Artes de Moscú desarrolla la originalidad del lenguaje teatral y la metodología que influirán en los artistas hasta la actualidad. El espectáculo cuenta con la banda original de Jean-Jacques Lemêtre, compositor del Théâtre Soleil, una de las más importantes compañías de la escena contemporánea, con quien el grupo ha realizado diversos trabajos.

Texto y Dirección: Ana Rosa Tezza
Composición Musical: Jean-Jacques Lemêtre
Reparto: Evandro Santiago, Helena Burmann Tezza, Janine de Campos, Marcelo Rodrigues, Regina Bastos, Tatiana Dias, Val Salles e Vida Santos
Músicos: Fabrício Amaral, Gabriel Schwartz e Mateus Ferrari
Producción Ejecutiva: Cléber Borges
Asistentes de Producción: Raul Freitas e Welinton França
Vestuarios: Cristine Conde e Luciana Falcon
Asistente de Vestuario: Adriana Madeira
Ejecución de Vestuario: Ateliê Benvindo Valente e Maria Guarize
Concepción de Escenario: Ana Rosa Tezza e Felipe Guerra
Técnica Escenográfica: Proscenium Cenografia e Aorélio Domingues
Artista Plástica Invitada: Sandra Hiromoto
Panel del Escenario: Márcio Cavalheiro
Iluminación y Técnico de Luz: Rodrigo Ziolkowski
Operación de Luz: Raul Freitas
Maquillaje y Atrezos: a trupe
Cabellos y Pelucas: Mozart Machado
Orientación Teórica: Rogério Toscano
Registro Audiovisual: Felipe Guerra e José Tezza
Técnico de Sonido: Sandro Glodzinski
Programación Visual: Mateus Ferrari
Asesoría de Prensa: Flamma Comunicação
Chef de Cocina: Welinton França
Realización: Ave Lola Espaço de Criação

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Resenha

Comprendemos la humanidad por valores estructurados por la perspectiva occidental, lo que la hace extremadamente específica. Aunque existan otras, esas premisas históricas y artísticas son las raíces fundamentales de nuestro reconocimiento. Por lo menos por aquí. Entre muchos artistas que enmarcaron tales valores, algunos profundizaron más en la capacidad de representar el conjunto que conocemos por hombre moderno. Anton Tchekov, cuya producción data del final del siglo XIX, se revela años tras año, un observador visionario de la humanidad. No habría de saber todas las transformaciones económicas, sociales y tecno-científicas de este último siglo. Sin embargo, no necesitaba eso porque su borrador sobre el ser investigó lo más esencial y profundo, aquello que sería la causa y la consecuencia de todo. En sus obras, el hombre deja de ser solamente alguien y pasa a componer aquel que será investigado por decenas de estructuras filosóficas en el siglo XX. Ahora el hombre es también algo, sea él el objeto de la sociedad, de la cultura, de la religión, de su inconciencia. Hablar de Tchekov en la actualidad, es abrir un glosario infinito sobre el hombre del presente. Pero si miramos sus cuentos y su dramaturgia podría ser repetitivo.

La Ave Lola, entonces, opta por investigar el hombre capaz de ofrecer un entendimiento del propio hombre. Utiliza al escritor para el mismo laboratorio investigativo; expone sus personajes como posibilidades de desdoblamiento del artista; el tiempo, la intimidad y las circunstancias como contextos específicos. Los dos actos del espectáculo que lleva solo su nombre conforman las interfaces de ficción y las reales. Si el teatro puede construir relaciones diferentes a través de la imaginación de situaciones posibles, lo mismo se busca ahora en Tchekov. Así el escritor, Stanislavski, Nemirovitch-Dântchenko, ve el origen del teatro moderno ruso, y las inquietudes políticas y artísticas encuentran en el escenario el epicentro de la convivencia. El teatro entonces pasa a ser igualmente la posibilidad más imprevisible del borrador humano.

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Tchekhov (Foto: Jose Tezza)