País

México

Sinopse

Encontrar un sentido a la vida se ha convertido en un proceso de descubrimiento de cómo construirlo también durante el cotidiano, sobre todo en tiempos de paro y soledad. Parte de esa búsqueda, es el encuentro entre cuatro amigos que buscan en el teatro resolver el dilema. Algunos intentaron la suerte en Europa, pero tres meses después volvieron sin conseguir nada, situación que continuará por los próximos diez años. Entonces se juntan, crean nuevos planes, llaman a un huérfano albino y al cajero de un mini-supermercado, y con la amistad que los unen intentan una salida. El espectáculo nos habla sobre los pequeños fracasos cotidianos pero que se acumulan y pueden acompañarnos toda la vida; y presenta la amistad como el centro del mecanismo de superación o por lo menos, la almohada para las derrotas. A través del trabajo de la compañía mexicana El Guggenheim, el hombre parece encontrar una solución a las distorsiones de la vida.

Ficha Técnica

Dramaturgia y Dirección: Alejandro Ricaño
Reparto: Austin Morgan, Hamlet Ramírez, Miguel Corral
Iluminación: Eduardo Mier
Coreografía: Argelia Arreola
Diseño de Objeto y Técnica de Escenografía: Juan Carlos Macías
Vestuario: Los Guggenheim
Producción Ejecutiva: Austin Morgan
Diseño Gráfico: Copo Diseño
Asistente Técnica: Karina Eguia Lozada
Producción: La Talacha Teatro, Los Guggenheim e Los Tristes Tigres

Resenha

La amistad no se trata de un rasgo cultural, está más cerca de la universalidad del sujeto. Un instante en que el hombre reconoce en el otro su dimensión pequeña con relación al universo, y busca en el encuentro entre los pares la plenitud de la existencia. Entonces se trata de atraer por el encuentro el complemento de sí mismo. Esa conquista sin embargo, implica en mantener ese momento. No de la manera más trivial, cuantitativa. Eso no significa nada por sí mismo, sino por la emotividad sincera de las relaciones, de los lazos afectivos, de la inexplicable complicidad. Es en ese instante, cuando se convierten en el mismo individuo, que los hombres dividen, sueñan, esperan a través de posibilidades encontradas en el epicentro de sus deseos. No existe el deseo de uno solo, sino algo que pertenece a los dos o a más de dos; lo que le llega al colectivo de amigos, como si fuesen uno solo.

Lo contemporáneo ha matado esa elección, individualizando al sujeto y apartándolos a unos de los otros hasta el punto de que los espacios entre ellos se fragmentan en función de una enorme elasticidad e inviabilidad. La emotividad se escapa en la ausencia del reconocimiento. Se pierde así la dimensión de lo humano del otro y el sentir la amistad, que se convierte en algo improductivo en el pragmatismo dominante de la soledad. El teatro es, por excelencia, un espacio de encuentro, de disminución y formación de espacios ficticios entre los participantes y también con el espectador. Es preciso superar las distancias y acercarlas. Como si la amistad pudiese ser también la experiencia colectiva de un instante. Y es por el deseo de volver al teatro que cuatro amigos se reencuentran y buscan nuevamente el sentido de la vida. Por lo menos en el espectáculo del mejicano Los Guggenheim, en que el cotidiano nos llega con los personajes como el centro que debe ser superado. La relación entre la amistad y la superación parece evidente, sin embargo, cuando la problemática se convierte en rutina, la convivencia puede construir una alternativa. Y si no es en el escenario, en la convivencia entre los amigos ficticios, tal vez sea fuera de él, cuando se suma el espectador y el arte.

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Menores que o Guggenheim (Foto: Copo Diseño)